domingo, 11 de diciembre de 2011

Meditaciones para el Adviento

PARA VIVIR EL ADVIENTO
   
   
SIGNIFICADO Y CONTENIDO
      
Adviento significa venida.  Este tiempo nos prepara para la venida del Señor.  La venida de Cristo al mundo se realiza en un triple plan:
PASADO: venida histórica a Palestina.  PRESENTE: venida sacramental, hoy.  FUTURO: venida gloriosa al fin del mundo.

  
Cristo está viniendo hoy y aquí, a nosotros, dentro de nosotros.  Al asumir la naturaleza humana el Señor viene a nosotros, se convierte en nuestro Hermano Mayor y nos hace solidarios de su persona y de su misterio redentor; nos hace miembros de Su Cuerpo Místico.  Mediante los dones de la Gracia, de Su palabra y de la Eucaristía, el Señor entra a nosotros para reinar desde nuestra alma.  Su venida gloriosa al final de los tiempos no será otra cosa que la revelación de las venidas que ahora realiza en nosotros.  Hay continuidad real entre Su venida actual y Su venida gloriosa.  Exactamente igual como la semilla, que se prolonga en el fruto.  Esta es la verdad de fe más grandiosa.  Quien quiera encontrarse con el Cristo viviente, debe penetrar en el misterio de su presencia, a través de la liturgia.  Es necesario que el cristiano tenga mirada interior.  El Adviento es radicalmente cercanía y presencia del Señor.
       
LOS GRANDES TESTIGOS DEL ADVIENTO
        
Son tres: El Profeta Isaías, San Juan Bautista y la Virgen María.
Isaías anuncia cómo será el Mesías que vendrá.  Sacude la conciencia del pueblo para crear en él actitud de espera.  Exige pureza de corazón.
Juan el Bautista señala quién es el Mesías, que ya ha venido.  Él mismo es modelo de austeridad y de ardiente espera.

  
Nuestra Señora es la figura clave del adviento.  En ella culmina la espera de Israel.  Es la más fiel acogedora de la Palabra hecha carne.  La recibe en su seno y en su corazón.  Ella le prestó su vida y su sangre.  Verdaderamente, María es Jesús comenzado.  Ella hizo posible la primera Navidad y es modelo y cauce para todas las venidas de Dios a los hombres.  María, por su fidelidad, es figura de la Iglesia, y Madre de este Cuerpo Místico de Cristo.
       
LAS ACTITUDES FUNDAMENTALES DEL ADVIENTO
        
A.  Actitud de espera.  El mundo necesita de Dios.  La humanidad está desencantada y desamparada.  Las aspiraciones modernas de paz y de dicha, de unidad, de comunidad, son terreno preparado para la buena nueva.  El adviento nos ayuda a comprender mejor el corazón del hombre y su tendencia insaciable de felicidad.
 
B.  El retorno a Dios.  La experiencia de frustración, de contingencia, de ambigüedad, de cautividad, de pérdida de la libertad exterior e interior de los hombres de hoy, puede suscitar la sed de Dios, y la necesidad de “subir a Jerusalén” como lugar de la morada de Dios, según los salmos de este tiempo.  La infidelidad a Dios destruye al pueblo.  Su fidelidad hace su verdadera historia e identidad.  El adviento nos ayuda a conocer mejor a Dios y Su amor al mundo.  Nos da conocimiento interno de Cristo, que siendo rico por nosotros se hace pobre.

 
C.  La conversión.  Con Cristo, el reino está cerca dentro de nosotros.  La voz del Bautista es el clamor del adviento: “Preparad el camino del Señor, enderezad sus senderos; todo valle será llenado, y todo monte o collado será rebajado; y lo torcido enderezado, y los caminos escabrosos, allanados.  Y todos verán al Salvador de Dios…” (Is 40,3-5).  El Adviento nos enseña a hacernos presentes en la historia de la salvación de los ambientes, a entender el amor como salida de nosotros mismos y la solidaridad plena con los que sufren.

 
D.  Nuestro Señor es el Mesías.  En vistas a que obtengamos nuestra eterna salvación, con Su Gracia, nos liberará de nuestros enemigos: el mundo el demonio y la carne.  Luchará contra el mal y lo vencerá, no por la violencia, sino ofreciéndose continuamente por nosotros al Padre en cada Santa Misa, donde Él es la Víctima de amor.  El recibir esta Víctima y el nutrirnos de ella y el dejarla operar en nosotros nos llevará a nuestra santificación.

 
E.  Gozo y alegría.  El reino de Cristo no es sólo algo social y externo, sino interior y profundo.  La venida del Mesías constituye el anuncio del gran gozo para el pueblo, de una alegría que conmueve hasta los mismos cielos cuando el pecador se arrepiente.  El Adviento es un constante Introibo ad Altare Dei : Ad Deum qui lætificat iuventutem team, “Subiré al Altar de Dios, al Dios que alegra mi juventud”.

  
EL DOMINGO DE GAUDETE
          
Es el Tercer Domingo de Adviento, llamado así por la primera palabra del Introito de la Misa (Gaudete, es decir, Regocíjense).  El Tiempo de Adviento se originó como un ayuno de 40 días en preparación para la Navidad, comenzando el día después de la fiesta de San Martín (12 de noviembre), de aquí que a menudo se le llamara también la “Cuaresma de San Martín” - nombre por el que el Adviento fue conocido desde el siglo V.  No se puede datar antes del siglo quinto el ayuno del Adviento, porque no hay evidencia de que se observara la Navidad el 25 de diciembre antes de finales del siglo cuarto.  (Duchesne, “Origines du culte chrétien”, París, 1889), y la preparación para una fiesta no puede haber sido anterior a la fiesta misma.  En el siglo IX, la duración del Adviento se redujo a 4 semanas, encontrándose en una carta de San Nicolás I (858-867) a los búlgaros, la primera alusión a un Tiempo más corto, y hacia el siglo XII el ayuno había sido ya reemplazado por una simple abstinencia.  San Gregorio el Grande fue el primero en redactar un Oficio para el Adviento, y el Sacramentario Gregoriano es el más antiguo en proveer Misas propias para los domingos de Adviento.  En ambos se hacen provisiones para 5 domingos, pero hacia el siglo X el número usual eran 4, aunque algunas iglesias de Francia observaban 5 domingos incluso en el siglo XIII.  No obstante todas estas modificaciones sin embargo, el Adviento preservó muchas de las características de los tiempos penitenciales lo que lo hace una especie de contraparte con la Cuaresma, correspondiendo así el tercer domingo de Adviento, o el del medio, con el domingo de la mitad de la cuaresma o Domingo de Lætare (Alegría).  En este Domingo de Lætare, el órgano y las flores, prohibidos durante el resto de la estación, podían ser usados; se permitió el uso de vestimentas color rosa en lugar del púrpura (o negro como en un inicio); el diácono y el subdiácono reasumieron el uso de las dalmáticas en la Misa principal, y los cardenales usaban color rosa en lugar del púrpura.  Todas esta marcas características continuaron usándose y son la disciplina actual de la Iglesia Latina.  El Domingo de Gaudete por tanto, hace un alto, como el Domingo del Lætare, a medio camino a través de un Tiempo que de otra manera es de carácter penitencial, y significa la cercanía de la venida del Señor.
   
De las “estaciones” que se mantienen en Roma para representar los cuatro domingos de Adviento, la correspondiente a la basílica Vaticana se le asigna al Gaudete, ya que es el más importante de los cuatro domingos.  Tanto en el Oficio como en la Misa a través del Adviento, se hace referencia continua a la Segunda Venida de Nuestro Señor, y se enfatiza en el tercer Domingo por medio de la adición de signos permitidos para ese día, como una expresión de alegría.  El Domingo de Gaudete está marcado por un Nuevo Invitatorio, la Iglesia no invita ya a los fieles a meramente adorar “al Señor que va a venir”, sino que les llama a una liturgia de alegría porque “el Señor está ahora aquí y al alcance de la mano”.  Los Nocturnos del Oficio de hoy, tomados de Isaías, describen la venida del Señor y las bendiciones que resultan de ello; las antífonas de las Vísperas hacen eco de las promesas proféticas.  La alegría de la espera se enfatiza por las constantes Aleluyas tanto en el Oficio como en la Misa a través de todo el Tiempo de Adviento.  En la Misa, el Introito “Gaudete in Domino semper” resalta lo mismo, y da el nombre al día.  La Epístola nos incita a regocijarnos y nos urge a prepararnos para encontrarnos con el Salvador a través de oraciones y súplicas y de acciones de gracia, mientras que el Evangelio de San Juan Bautista nos advierte que el Cordero de Dios está ahora entre nosotros, aunque parezca que no Le conocemos.

   
El espíritu del Oficio y de la Liturgia a través de todo el Adviento es uno de espera y de preparación para la fiesta de Navidad así como para la segunda venida de Cristo, y los ejercicios penitenciales, que han sido adecuados para ese espíritu, son suspendidos en el Domingo de Gaudete para simbolizar la alegría y el regocijo por la Redención Prometida, las cuales nunca deben estar ausentes del corazón del fiel.
       
G. Cyprian Alston
     

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