jueves, 15 de diciembre de 2011

Castrenses

SEÑORES GENERALES,
LOS LIBROS NO MUERDEN

“Sí, mis queridos oficiales: caminar con los pies pegados a los atalajes, pero con la mirada en las estrellas, el espíritu en la gloria y el corazón en la Patria” (General Fasola Castaño)

El general don Francisco Fasola Castaño fue un distinguido militar poseedor de grandes dotes profesionales. De amplia cultura, tuvo especial preocupación sobre la formación intelectual de los oficiales; así recomendaba a éstos “leer a Plutarco, a César, a Marco Aurelio, a Condé, a Turenne, a Federico, a Napoleón, para siquiera tratar de descubrir, sea ello remotamente, el secreto de su grandeza y poder seguirlos aunque sea a distancia…”, y agregaba el por qué: “Sobre un  general de la República tarde o temprano ha de caer la responsabilidad de su destino ¡Pobre de ella si descuida o equivoca el rumbo de su compleja formación” (cfr. Prólogo del general Fasola Castaño a “Escipión el africano” del capitán B. H. Lidell Hart, Editorial Rioplatense, Buenos Aires, 1974).
  
Presidente del Círculo Militar en 1927, años más tarde fue Presidente de su Comisión de Cultura, desarrollando una prolífica gestión, editando multiplicidad de obras para la Biblioteca del Oficial. Una de ellas, la que nos ocupa, se titula “El Espionaje y el Contraespionaje en la Guerra Mundial, según los archivos militares del Reich”, pertenece a autores varios y fue editada en 1935.
   
En su capítulo XII, “El asunto del coronel Redl”, a cargo del teniente mariscal Augusto Urbanski von Ostrimiecz, Jefe del Evidenzburö, nombre del Servicio de Inteligencia Militar del Imperio Austro-Húngaro, se relata el inmenso peligro que significó para dicho Estado el hecho de tener en sus filas a un promiscuo oficial homosexual, quien para satisfacer sus nefandos vicios en amantes jóvenes, que le demandaban ingentes cantidades de dinero, se convirtió en espía al servicio de potencias extranjeras y traidor a su patria.
  
Se trató del coronel Alfred Redl, personaje extremadamente peligroso por su falta total de escrúpulos, por haber sido uno de los jefes del propio Evidenzburö y por ser, al momento de su detección, Jefe de Estado Mayor del Cuerpo de Ejército con asiento en Praga.
  
Redl era, según el autor, “Un hombre presa de pasiones vergonzosas y que traicionando buscaba la posibilidad de conseguir medios pecuniarios  para satisfacer su vicio”. La vida degradada y promiscua le ocasionó una infección sifilítica que aparejó el deterioro físico con su deterioro moral (“la segunda autopsia reveló que bajo el aspecto de buena salud todos los órganos de este hombre estaban enfermos”).
   
Al momento de ser detenido reconoció “soy víctima de una pasión funesta”. Por orden del Jefe de Estado Mayor General, mariscal de campo Conde Conrado von Hötzendorf, se le ofreció al sodomita una pistola y se lo dejó solo. De esta forma, por su propia mano, acabó sus vergonzosos días un 25 de julio de 1913.
  
Von Ostrimiecz inspecciónó luego su correspondencia sintiendo vergüenza ajena al leer las obscenidades que contenía. En su parco y militar estilo nos dice: “era una correspondencia repugnante”.
   
Cuesta creer que el Ejército Austro-húngaro no reparara en la vida ostentosa que llevaba Redl, la multiplicidad de su amantes, alguno de ellos militares como un joven alférez que corrompiera y el último de ellos, un capitán a quien presentaba como sobrino para justificar su compañía. Recién después de su detención al inspeccionar sus aposentos, el teniente mariscal von Ostrimiecz vio que la decoración era propia de un gusto femenino. Lo que no advirtieron los austríacos, lo vieron los rusos y ya en 1902 comenzaron a sobornar al traidor Redl.
  
Los daños que produjo fueron gravísimos, redes enteras de espionaje fueron delatadas y sus miembros ejecutados, planes de movilización que por su complejidad  demandaron años rehacerlos, planes de marcha, etc., etc. Además, los enemigos del Reich Austro-húngaro hicieron una campaña de acción psicológica y propagandística sobre el caso. Al respecto von Ostrimiecz nos dice que el tema  “fue explotado en todas las formas posibles para disminuir el prestigio del Estado, del Ejército Austro-húngaro y de nuestro Estado Mayor”.
   
Por distintas evidencias podemos determinar, sin ningún margen de error, que en nuestro país los miembros del generalato no comparten en absoluto las sabias premisas del general Fasola Castaño sobre la importancia de la lectura en los oficiales para formar buenos generales. Es más, practican su doctrina en su propia persona: no leen la Biblioteca del Oficial y menos que menos este volumen. A lo sumo, lo único que llegaron  a leer es algún manualcito de Derechos Humanos confeccionado por el CELS o la Federación Argentina de Lesbianas, Gay, Travestis y Trans (LGTT).
Son la antítesis del oficial que preconizara el general Fasola Castaño en la cita del comienzo de esta breve nota. Estos generales, la mirada, el espíritu y el corazón ¿dónde lo tienen?
  
“E la nave va”… derecho a las rocas.  Pobre Patria.
  
Fernando José Ares
  

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Si Redl viviera ahora en la Argentina, seria considerado un "militar democratica" con "sensibilidad por lo social" y demas monserga.

Anónimo dijo...

la nave va hacia las rocas???. ojala .va hacia el avismo. daniel jorge

Anónimo dijo...

Redl es considerado un modelo de "militar democratico", que si viviera ahora en la Argentina seria invitado a presidir el Cemida. Y seria objeto de elogios por parte de los inmarcesibles jueces Oyarbide y Zafaroni.