miércoles, 28 de septiembre de 2011

Mirando pasar los hechos

MORDAZAS DESIGUALES
         
Iconofobia
  
El hostigamiento religioso sigue avanzando contra los símbolos cristianos. Pero en tanto no resuena la réplica conveniente, sin duda sofocada por la vertible mordaza de la “discriminación”.
                
Viene del archivo el indicio corroborante ocurrido hace varios años, cuando apareció un famoso editorial “Discriminación en Tucumán” en “La Nación” (el 26 de diciembre de 2002). Levantando la voz, porque el arzobispo de Tucumán habría comentado —en relación con la posible candidatura a gobernador de un ciudadano judío— que la Constitución local establece que el primer mandatario debe pertenecer a la religión católica apostólica romana.
   
Particularismo
   
El influyente medio establecía que el requisito previsto en la Constitución tucumana sobre la religión del gobernador, “debe ser considerado como una rémora formalista y no debería ya ser invocada, pues resulta irritativa y lesiona el principio de la igualdad de todos los ciudadanos que la propia legislación constitucional de la provincia consagra. El argumento de que en la Argentina la mayoría de la población es católica —subrayaba— no alcanza para justificar una exclusión proscriptita (sic) que, de concretarse, dañaría el espíritu de integración de los argentinos por encima de toda discriminación étnica o religiosa. Tampoco es aceptable la argumentación de que en otros países del mundo —por ejemplo, en Israel— sería impensable que un ciudadano católico accediera a la presidencia, pues el hecho de que en Medio Oriente se otorgue relevancia a la pertenencia a determinado credo religioso responde al particularísimo cuadro cultural e histórico de esa región del mundo”. (Hay discriminaciones admisibles, como se ve, pero solamente a favor de Israel…).
       
Consecuencias
  
Ya se dijo una vez que el tema es demasiado grave para tomarlo a la ligera. Muchos y muy sólidos son los fundamentos de la prescripción constitucional tucumana y no hace falta explayarlos. Pero basta un ejemplo para demostrar su prudente sustento. El gobierno electo al margen de ella, inició al ataque que ahora presenciamos suprimiendo la antigua bandera de la Provincia… ¡Porque en ella aparecía una Cruz! La misma fobia del Gran Rabino Meir Lau, en vísperas de la visita de Juan Pablo II a Tierra Santa.
                  
Obviamente no se trata de obligar a creer. Pero sí, de exigir el respeto debido al sagrado signo que preside la vieja Patria desde su origen. Mucho más todavía con su evocación de la Víctima inmolada, cuyo desprecio inaudito clama al Cielo. Demanda tanto más imperante, cuando no hace mucho fue expulsado del país un Obispo extranjero, por sólo opinar sobre el denominado “Holocausto”.
                     
Juan E. Olmedo Alba Posse
Septiembre de 2011
       

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Haber que dirian los israelitas si un cristiano les quitara la estrella de David de su bandera. A nosotros por que pataleamos nos dicen antisemitas.
Edgardo

Vergalito dijo...

La derogación de la bandera de Tucumán -una obra maestra de la vexología- fue un atropello gravísimo por parte de la DAIA sobre el que nadie dijo casi nada. Cuando se hizo la votación, sólo uno de los 49 legisladores provinciales se opuso a la derogación (en ese entonces estaban los hermanos Bussi y hasta ellos votaron la iniciativa del gobernador). Es el motivo de la decadencia de Occidente: imponer la idea de que nosotros no tenemos tradiciones, símbolos ni nada que nos represente.