lunes, 19 de septiembre de 2011

In memoriam

   
      
VÍCTOR EDUARDO ORDÓÑEZ
  
  
No le pidan elocuencia a un corazón dolorido, ni a unos labios más propensos hoy a la mordedura de la oración silente que a los discursos públicos.
  
Pero Víctor Eduardo Ordóñez ha muerto, y será justo decir lo que él significaba.
  
Este varón que ahora despedimos era un hombre de amores pródigos y jerárquicos. Amaba a Dios, a la Patria y al Hogar. Al Dios Verdadero de Dios Verdadero, como se definió en Nicea. Al Dios Uno y Trino. Al Dios que en Cristo se hizo carne y Rey Invicto.
  
Amaba a la patria, a la que soñaba intacta, día a día, a pesar de las tantísimas sombras que la oscurecen y degradan.
  
Amaba al hogar, y forjó el suyo, del que aquí están las pruebas y los muchos frutos. Esposa, hijos, nietos por doquier. Construyó la casa sobre roca, como quiere el Evangelio. Y ni los vientos fuertes ni las aguas salidas de cauce pudieron contra la casa. Su esposa, Teresita, es buen ejemplo de lo que decimos. Ella estuvo presente siempre, cada vez que fue necesario acompañarlo, tutelarlo, servirle de sostén.
  
El hombre al que hoy despedimos estaba lleno de virtudes.
  
La bonhomía fuera tal vez la primera en destacar. La bondad natural del fijosdalgo, el trato afable,caritativo, gracioso.
  
El sentido del humor, proverbial en él, que lo convirtió en un verdadero personaje chestertoniano.
  
Y la tenacidad, para seguir trabajando —lleno de nobles iniciativas— todas las jornadas de su vida, venciendo las dificultades de una enfermedad que lo tenía sentenciado. ¿Quién otro sino el tenaz Eduardo hubiera podido vencer los obstáculos que le imponían sus graves dolencias?
  
Va de suyo que tiene que haber en el cielo un sitial para hombres de esta talla.
  
Eduardo amigo: te caben aquellos versos con que Pierre Pascal retrató a tu admirado Maurras:
  
“Felices los que han muerto por quemarse el corazón.
Felices los empecinados hasta los últimos cartuchos.
Felices, en Don Quijote, los que han preferido,
riendo del mañana,
vivir a ojos, boca y pulmones llenos”.
  
Así has vivido. Nos queda tu ejemplo. Tus montañas de páginas escritas con sabiduría aquilatada.
  
Eduardo amigo: Mañana. Mañana literal y simbólicamente hablando, volverá a reír la primavera. Entonces, en nuestro afán estarás presente. Hasta la resurrección de la carne.
   
Antonio Caponnetto
  
Palabras pronunciadas en el Cementerio de la Chacarita, al despedir sus restos, el 20 de septiembre de 2005. Víctor Eduardo Ordóñez falleció el 19 de septiembre, en horas de la noche.
  

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