domingo, 20 de febrero de 2011

Espiritualidad

ORACIÓN A NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
PARA OBTENER UNA BUENA MUERTE
        
         
¡Oh Jesús, Señor mío, Dios de bondad, Padre de misericordia, yo me presento ante vos con el corazón humillado y contrito; os recomiendo mi última hora y lo que después de ella me espera!
           
Cuando mis pies ya inmóviles me adviertan que mi carrera en este mundo está próxima a su fin,   
Jesús misericordioso, tened piedad de mí.       
Cuando mis manos trémulas y entorpecidas no puedan ya estrecharos, ¡oh Bien mío crucificado!, y contra mi voluntad os dejen caer sobre el lecho de mi dolor, 
Jesús misericordioso, tened piedad de mí.              
Cuando mis labios pronuncien por última vez vuestro adorable nombre, 
Jesús misericordioso, tened piedad de mí.              
Cuando mis mejillas pálidas y húmedas con el sudor de la muerte, anuncien mi próximo fin, 
Jesús misericordioso, tened piedad de mí.              
Cuando mis oídos próximos a cerrarse para siempre a las conversaciones de los hombres se abran para oír vuestra voz al pronunciar la sentencia irrevocable que fijará mi suerte por toda la eternidad, 
Jesús misericordioso, tened piedad de mí.              
Cuando yo quede sumergido en congojas de muerte y mi espíritu turbado con el recuerdo de mis pecados y el temor de vuestra justicia luche contra el ángel de las tinieblas que tratará de hacerme dudar de vuestra misericordia, 
Jesús misericordioso, tened piedad de mí.              
Cuando derrame las últimas lágrimas reveladoras de mi destrucción, recibidlas, ¡oh Jesús mío!, en sacrificio de expiación de mis pecados, y en aquel momento terrible, 
Jesús misericordioso, tened piedad de mí.              
Cuando perdido ya el uso de todos los sentidos, el mundo entero haya desaparecido de mi vista y gima en el estertor de la última agonía y en las congojas de la muerte, 
Jesús misericordioso, tened piedad de mí.              
Cuando mi alma deje mi cuerpo pálido, frío y sin vida, aceptad la destrucción de mi ser como un homenaje que yo ofrezco a vuestra divina majestad y entonces, 
Jesús misericordioso, tened piedad de mí.              
Finalmente, cuando mi alma comparezca ante Vos y vea por primera vez el resplandor inmortal de vuestra Majestad, no la rechacéis de vuestra presencia: dignaos recibirla en el seno amoroso de vuestra misericordia para que eternamente cante vuestras alabanzas.
Jesús misericordioso, tened piedad de mí.              
Oración.  ¡Oh Dios!, que condenándonos a muerte nos habéis ocultado el momento y la hora, ayudadnos a vivir siempre en vuestra gracia para ser dignos de morir en vuestro santo amor. Os lo pedimos por los méritos de Nuestro Señor Jesucristo que vive y reina con Vos en unión del Espíritu Santo. Amén.
         

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