viernes, 3 de diciembre de 2010

Guiones de Estilo

PAUL BOURGET:
EL NACIONALISMO CATÓLICO
                 
Decía el inolvidable Maestro don Julio Irazusta que siempre es una aventura releer a los grandes contemporáneos después del cierto tiempo transcurrido desde el primer entusiasmo de las épocas juveniles. Este fue el incierto viaje que emprendimos al retomar las obras de Paul Bourget, Príncipe de la literatura francesa nacido en Amiens en 1852 y fallecido en París en 1935. Al recorrer esas páginas confirmamos aquella primera impresión producida por el accionar dramático de los personajes que en cada capitulo despierta nuevo interés en una estructura de romances magníficamente bien concebidos. Pero el juicio literario pasó a un segundo plano cuando a nuestro espíritu llegó con fuerza el planteo doctrinario que el insigne escritor hizo en las obras posteriores a su conversión. En este sentido no tenemos  la menor duda en calificarlo como un misionero que brindó sus años terrenales sirviendo en la siembra de las grandes ideas conductoras de la humanidad.
          
Blasco Ibáñez lo llamó “Quijote enamorado de un ideal  imposible”. Juicio justo en cuanto a compararlo con el Caballero Andante, pero rechazable ya que muestra un agnosticismo que como tal declara inalcanzable la Verdad.
               
Lo que molestó al mundo del naturalismo con sus novelas democráticas con personajes ordinarios, fue verse conmovido por el ya famoso joven Bourget que de un  relativismo de vivisector de la vida, pasaba al frente mostrando haber encontrado “el camino de Damasco”. La pública conversión al Catolicismo, así como su militancia en “Acción Francesa” de Charles Maurras, le significó  que el tradicionalismo francés fuera hacia él, no sólo como un purificador de la literatura sucia con los pecados de Zola, sino como un luchador contra la decadencia  republicana. En  todas sus decisiones tuvo mucho que ver la catástrofe de 1870, a la que se agregó la tragedia roja de la Comuna marxi-bakuniniana. Por otra parte, era muy claro que las tradiciones habían sido minadas y golpeadas por la filosofía del siglo XVIII con las élites pervertidas. En el pedestal sólo quedaba el cientismo materialista como fatalidad ineluctable. Eran días de descomposición moral y política. El affaire Panamá y el caso Dreyfus dividieron a Francia. Bourget publicó por entonces dos obras claves de su pensamiento renovado. A la primera la tituló “El Discípulo” con una condena  al materialismo, y poco después “La Etapa” en la que declaraba sus convicciones católicas y monárquicas. Disparo certero fue la novela “El Discípulo” en la que demostrando además los males del intelectualismo llamó “al sufragio universal la más monstruosa y ridícula de las tiranías, porque la fuerza del número es la más brutal de todas las fuerzas, cuando ni aún tienen en su apoyo  ni la osadía ni el talento…”
             
Con vigor afirmó que “…al hombre le es imposible vivir sin normas que destruyan la anarquía de sus instintos” y que la única fuerza capaz de este milagro es el Catolicismo. Señaló además como freno a la decadencia social la Monarquía Tradicional. Junto a Maurras subrayó por entonces la importancia de un cambio en las Instituciones  para poder actuar sobre  las costumbres.  Estaba lanzada la celebre consigna: “ante todo la Política”. El accionar constante contra el sistema demo liberal corrupto y corruptor lo convirtió en una obligación moral que consideró inherente “al nacionalismo  al que veía como una doctrina y no como un partido”. Así  escribió en “Páginas de Doctrina y Crítica”: “El joven mira en él. Estudia la historia y comprueba que el individuo es tanto  más rico en emociones cuanto más abunda en fuerzas sentimentales, que es menos individualista, más completo, más íntimamente bañado y sumido, en el alma colectiva... Pero ¿qué es esta alma colectiva? Es la obra de  la Tierra natal y de los Muertos. Lo son las maneras de sentir que ésta ha elaborado en ellos. ¿Qué es ésta acción general? La tarea cumplida por nuestra raza. El órgano local de esta raza es la Nación, más profundamente la Región y más profundamente aún la Familia. O más bien Nación, Región y Familia no forman más que un todo…”
             
En “Outre Mer” uno de su libros más hermosos Paul Bourget llegó a justas conclusiones a favor de la reconstitución de la Familia, el Municipio y en general  de las tradiciones. Por eso decía el polígrafo: “…debemos ser muy prudentes en rechazar entre las potestades del pasado las ideas y las emociones que nuestros antepasados han vivido porque cada generación, como cada institución es un piso añadido y la construcción será más sólida cuando tenga por cimiento el piso de abajo…”
            
Ploncard d’Assac, estudioso del nacionalismo, escribió ante la construcción doctrinaria: “Se ha partido del egoísmo del yo, del individualismo feroz engendrado por los principios de 1789; luego, tras algunas vueltas sobre si mismo, «el hombre libre» espantado de su soledad vuelve a mirar hacia la Ciudad, a desear el gran abrazo colectivo de la Patria y de la Raza. Advierte entonces que es su propio ser personal quien se enriquece de todo lo que aporta a la historia de su pueblo, la que los muertos y los vivos están a  punto de escribir con él”.
              
El septuagésimo quinto aniversario de su desaparición física no lo podemos dejar pasar en silencio por eso estamos espiritualmente ante la cruz de su tumba. Tenemos con él una permanente deuda de gratitud  porque dio su vida para el mejor servicio de la Catolicidad. Y lo hizo con las palabras, extrayendo de ellas imágenes y sonidos sin olvidar la vida. Corazón caliente y alma limpia guarda para nosotros valor de símbolo, voz entrañable y ejemplo permanente. El Señor seguramente le concedió en el Reino, un sitial de mármol  blanco con áureas flores de lis.
           
Pero todo no esta dicho. Se hace imperioso también en estos días un homenaje para Robert Brasillach, Charles Maurras y Philippe Petain, quienes junto a centenares de miles de franceses sufrieron el martirio cuando el Terror masónico marxista  de 1945. Hace justamente sesenta  y cinco años. Cabe consignarlo porque hoy como ayer el nacionalismo católico sigue siendo el obstáculo contrarrevolucionario ante  el cual se estrella el contubernio partisano. Ellos fracasan y fracasarán porque desconocen el temple heredado de los que nos precedieron en el combate por Dios y por la Patria.
               

Luis Alfredo Andregnette  Capurro
Desde el Real de San Felipe y Santiago
                  

2 comentarios:

Anónimo dijo...

por dios y por la patria estan vencidos los partisanos ya se ve el buque averiado seriamente en estribor en 45 grados, un soplido y al fondo del mar. cristo vence daniel jorge

Anónimo dijo...

Que asi sea, amigo Daniel Jorge. En Argentina, en España y en el mundo.