domingo, 11 de abril de 2010

Nacionales


HUGO WAST Y
RODOLFO WALSH

Un proyecto presentado ante la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, propone la supresión del nombre del Dr. Gustavo Martínez Zuviría a la Hemeroteca de la Biblioteca Nacional, de la que fuera su fundador durante su gestión como Director de la misma, y su reemplazo por el de Rodolfo Walsh.

Entre los considerandos del susodicho proyecto abundan las mentiras, las insidias, las ignorancias, los errores maliciosos, los tópicos trillados de las peroratas marxistas, y hasta los gruesos gazapos sintácticos. Pero dos cosas quedan explicitadas sin subterfugios:

a) que el nombre de Hugo Wast no debe figurar por ser “antisemita”, y
b) que el nombre de Walsh merece honrarse por su militancia montonera.


Ya habrá ocasión de refutar, por enésima vez, el agravio gratuito que supone confundir con el antisemitismo al pensamiento católico sobre el misterio de Israel. Pensamiento católico robusto y hondo —de perspectiva sobrenatural, raíces escriturísticas y teológica mirada— que, como pocos supo expresar en sus valiosos libros Don Gustavo Martínez Zuviría.

Sólo marquemos ahora una tragicómica paradoja; y es que aquella organización terrorista a la que perteneció el novel homenajeado,se definía como antisionista, teniendo visibles apoyos logísticos en el mundo árabe.

Hace ya tiempo, el escritor Daniel Schnitman, desde la publicación “La Voz. Periodismo Judeo-Argentino Independiente”, del 29 de julio de 2006, denunciaba la “furibunda embestida antisemita” de los Montoneros, a través, entre otros medios, de su revista “Jotapé”; a la par que asociaba con el atentado a la AMIA, a “personas que antiguamente formaron parte de la organización denominada «Montoneros»”.

“El 25 de agosto de 2002 —agrega Daniel Schnitman— el reconocido periodista Miguel Bonasso publicó un estremecedor informe de inteligencia militar realizado durante la dictadura, bajo el título «Lo que sabía el 601», referido a la infiltración de los servicios a los Montoneros”.

Dice Bonasso: “El informe del 601 abunda en datos sobre la relación militar entre Montoneros y Al Fatah, que había sido imprudentemente publicitada en una entrevista concedida al semanario español «Cambio 16», por el jefe de la estructura militar, Horacio Mendizábal, quien luego caería en combate, durante la primera Contraofensiva. La revelación de «Hernán» o «el Lauchón», como se conocía a Mendizábal en Montoneros, causó alarma en el alto mando palestino y atrajo definitivamente sobre los guerrilleros argentinos la inquietante mirada del Mossad israelí. Que, según algunas fuentes, nutrió con información al 601”.

De modo que, en lo sucesivo, quienes proponen la supresión del egregio nombre de Hugo Wast deben hablar más claro. No es el presunto antisemitismo del gran novelista, lo que les quita el sueño. Es su condición de católico, apostólico y romano lo que les molesta y subleva. Y se entiende que así sea, en quienes están haciendo del anticatolicismo una vergonzosa política de Estado.

Por lo demás, la verdad es que a Montoneros, tanto le dio recibir financiación del mundo árabe, como nutrir sus cuadros homicidas con israelitas, por cuyo “exterminio” siguen aplicando la ley de Nüremberg.

1 comentario:

Fernando José dijo...

La realidad objetiva indica que Rodolfo Walsh no tiene ningún tipo de vinculación con la Biblioteca Nacional como para ponerle su nombre.

Intensa relación en cambio tuvo con la Policía Federal ya que:
1. Fue un delincuente terrorista con frondoso prontuario en ella.
2. Fue el que dirigió el magnicidio del comedor de Seguridad Federal, Superitendencia de la Policía Federal, que hasta la explosión de la embajada israelí tuvo el triste record de ser el atentado que produjo mas víctimas en la Argentina.

De lo expuesto surge claramente que si a alguna biblioteca hay que ponerle el nombre de este cobarde homicida debe ser la de Policía Federal. Sus autoridades seguramente no se quejarán, les asaltaron y quemaron una comisaría y el autor de este ilícito frecuenta todos los palcos presidenciales desde la quemazón, varios años a la fecha, sin que la Jefatura de Policía haya ordenado su captura o por lo menos haber denunciado el aberrante hecho.

En la ceremonia de imposición del nombre del sangriento agente cubano a la Biblioteca pueden traerlo a D'Elía para que de paso descuelgue los retratos del Cnel. Ramón L. Falcón y del Comisario general Alberto Villar, si es que todavía algún solícito servidor del poder todavía no los ha descolgado