sábado, 3 de octubre de 2009

Jordán B. Genta

“No queremos… ser populares porque queremos ser siempre verdaderos”
Nuestra Definición, Jordán Bruno Genta.

MÁRTIR ARGENTINO
2 de octubre de 2009 - 100º aniversario de su natalicio.
27 de octubre de 2009 - 35º aniversario de su muerte.


He aquí, en ésta escueta línea con que titulamos estos escritos, la enseñanza póstuma más clara del mártir intelectual Jordán Bruno Genta.
Porque fue la preeminencia de la verdad y el consecuente desprecio de los criterios del mundo el que guió su itinerario al cielo. Desde su milagrosa conversión en medio de todo tipo de obstáculos y contrariedades, pasando por su cátedra y vida política regias en una Nación dominada por el populismo y la subversión, hasta su testimonio excluyente y sobrenatural del derramamiento de su sangre final. En la aquella austera y olvidada vereda de su casa en Colegiales, cercana a la habitación donde tenía su inconmovible y apartada cátedra.

Por eso cerró su declaración doctrinal, llamada nada menos que Nuestra Definición, con la oración y definición que lo sintetiza todo, Y rogamos a Cristo, Nuestro Señor, y a su Madre, la Santísima Virgen María, Nuestra Señora, que nos conceda el coraje de la verdad en todas las circunstancias de la vida.

Fue la Verdad la que lo atrajo a la Comunión de los Santos, a través de los Clásicos, en quienes se manifestaba el Espíritu Santo comunicador de la verdad. Sucedió en nuestra Paraná, con su Seminario, sus sacerdotes y sus fieles, donde se le abrió el camino directo a la Fe, la Verdad de las verdades.
La autoridad propia de la Verdad fue la que informó su vocación de docente y filósofo. Dijo Los grandes discípulos que fueron grandes maestros, siempre se sometieron al largo estudio y a la disciplina rigurosa. Piénsese que un Aristóteles fue veinte años discípulo de Platón. No estaba urgido por la autonomía, porque la autonomía nace de la autoridad del saber.
Entendió perfectamente esta jerarquía de la vida contemplativa sobre la práctica y se cumplió plenamente en él. No concebía la realidad práctica despegada e independizada de las verdades que la sustentan y explican. Castellani le cita una genial frase que expone esta mirada realista: poner al lado de la necesaria rigidez de los principios la más sincera buena voluntad hacia las personas.
Por ello no entró jamás en los dilemas absurdos y disolventes entre teoría y práctica, entre contemplación y acción o entre verdad y bien. Ambas esferas tienen su autonomía pero están íntimamente relacionadas y jerarquizadas. Porque, como enseñó claramente Santo Tomás, es la misma inteligencia la que contempla la verdad y la que alcanza la prudencia para realizar el bien. No hay entonces dicotomía posible, es la única facultad del entendimiento que se desarrolla en diversos momentos y aptitudes respecto de la verdad.

Pero en ésta falsa disyuntiva estaba el mundo al cual él se enfrentaba, en la soledad de la verdad antes que el error en compañía, que prefirió siguiendo el grave consejo de Santa Teresa.
Perón era la encarnadura de la falsa prudencia gubernativa que se desentendía de la verdad. Su compañero de política, en los iniciales y promisorios tiempos de la revolución del ’43, fue la concreción llana del pragmatismo absoluto, del oportunismo que subvierte y anula la verdad en aras del éxito temporal.
Perón fue el populista por antonomasia que Genta enfrentó como enemigo propio, pero sobre todo de la Nación. Lo enfrentó y denunció porque conocía perfectamente el mal común que implicaban semejantes vicios en el poder. Por eso, Perón, el peronismo, son y serán siempre, sinónimos de demagogia y populismo. Son y serán siempre el símbolo argentino del exitismo hábil que desprecia y persigue a la Verdad.
Todo puede acomodarse y transarse en vistas al supuesto bien a alcanzar, en vistas al supuesto equilibrio social, en orden a una tranquilidad social en la ruindad.
No obstante, no se engañaba respecto del mal que sostiene todo el andamiaje siniestro de la vida pública nacional; por ello es que denunció vigorosamente la perversidad esencial de la Democracia. Llamando aberración satánica a la soberanía popular, porque sustituye a la Soberanía de Dios.
La Democracia, el engendro de la Revolución que pone en manos de las multitudes anónimas e irresponsables los destinos de la Nación cristiana, era para Genta el profundo error político y religioso que somete a la Argentina al desquicio de las masas informes. Masas descarriadas que a su vez son siempre manipuladas por los habilidosos e inescrupulosos que se suceden en el poder.
Nosotros hemos perdido –afirmaba autorizadamente- el sentido de que la Política es sabiduría, porque está ejercitada por esa virtud de la prudencia, que es la sabiduría práctica, que es obrar la realidad, que es obrar la verdad en orden al fin, al Bien Común.
Así todo el sistema perverso, con sus partidos, sufragios universales e idioteces liberales de pluralismo en los principios, era desenmascarado con precisión y contundencia por su cátedra intransigente.
Bien describió Pablo Juárez Ávila esta actitud frontal y entregada a la verdad del maestro –a costa de soledades y persecuciones difíciles-, cuando hacía referencia a un comentario tajante que hizo en Tucumán acerca de la guerra antisubversiva: “Luego de estas palabras -dice Ávila- hubo silencio y mutis por el foro, porque era la respuesta de un “caballero cristiano sin tacha y sin miedo”, ¡qué digo! era la respuesta de un adalid de Cristo, el único que conocí que jamás cedió a la tentación de contrarrestar la “guerra sucia” con la “guerra sucia”, y ello porque llevaba en sí mismo y porque lo atraía y le interesaba más la nobleza del alma que la eficiencia, el testimonio de la Verdad que la seguridad, la ejemplaridad paidética que el éxito sin grandeza, la religión y la patria que, en fin, “la manija” del poder. No por nada el Padre Castellani calificó proféticamente a Genta como “el pedagogo del o juremos con gloria morir”, que fue una parábola que se cumplió literalmente.”

Y la Verdad lo escuchó, lo sostuvo y lo abrazó para siempre.
Como un anuncio profético de su martirio por la verdad, comenzó su última conferencia –horas antes de su asesinato-, que fue indudablemente su testamento político y religioso, manifestando ésta necesaria disposición incondicional hacia la verdad, sobre todo en momentos delicados y complicados de la Nación. Señaló: “Vivimos una hora grave, solemne y decisiva. Acaso sea mejor para los hombres, y en especial para los cristianos, tener que vivir peligrosamente, expuestos a morir en cualquier momento. Digo acaso sea mejor, porque aún antes del Cristianismo, el verdadero fundador de la Filosofía en Occidente, que fue Sócrates, enseñó que la Filosofía es una preparación para la muerte. Y nosotros adoramos a un Dios hecho hombre, crucificado por amor, en la figura del fracaso y de la muerte. No hay, pues, otro modo de llegar a la Vida verdadera, que recorrer el itinerario de Nuestro Señor Jesucristo.
Un itinerario que supo transitar como un auténtico enamorado de la Verdad, exponiéndose por ella hasta las últimas consecuencias.
“Quien es de la verdad escucha mi voz” dijo Nuestro Señor en las complicadas horas de su Pasión, a quien efectivamente podía matarlo por dar testimonio de la verdad. Podía y de hecho lo hizo matar al someter la Verdad –que tenía en frente- a la decisión de las multitudes.
Asimismo Genta, en sus últimos momentos, se hacía otro Cristo dando el testimonio final de su cátedra. Desafió con sus palabras al oportunismo mundano que busca primero la añadidura del éxito antes que la verdad del Reino de Dios. Ofreció la verdad de su conducta y su palabra al que la quiera seguir, mostrando la terrible dificultad que implica, pero también la luminosa seguridad del camino estrecho para “llegar a la vida verdadera”.

Maestro, aunque indignos, queremos ser tus discípulos.
Desde la cátedra celestial, que ejerces para siempre a la derecha del Padre, te pedimos que intercedas por nosotros para saber dar el testimonio de la Verdad que nos enseñaste.

¡Jordán Bruno Genta, maestro de la verdad, hasta siempre!

Pedro Bermúdez.
Argentina, 2 de octubre de 2009.

2 comentarios:

Carlos Héctor Estévez dijo...

Venir a recordar a un héroe con
inigualables condiciones encarnadas
en su persona honra este gran blog.
Jóvenes argentinos: sigan su ideal,
obtendrán de ello los beneficios
posibles para crecer el espíritu,
unificar la familia y servir a el
tan mentado Dios, que se nos reveló
otorgándonos a su Hijo para salvar
y enseñar.
Generemos ánimo en la juventud,
roguemos al Padre para que guarde
a Jordán a su diestra, y pidamos
nos conduzca hacia el camino de la
fe y la bienaventuranza.
Asimismo, tomemos su vida para
culminar el servicio a la Patria
hasta el fin de nuestros días.
Olvidemos los agravios.

Anónimo dijo...

http://www.ellitoral.com/index.php/id_um/133692-jordan-bruno-genta-cronicas-de-la-historia-por-rogelio-alaniz
cuidado con el lenguaraz