viernes, 23 de octubre de 2009

Demoníacas


ESTOY HECHO
UN DEMONIO

Debemos tomar nota. La presidente ha dicho que “no hay que demonizar a Chávez”.

Y es cierto, en este sentido, compartimos la opinión presidencial, Hugo Chávez no es un demonio. Cómo podríamos pensar que un verdadero demonio cuando es, apenas, lo que Chávez es. Quién trataría de opacar de tal manera el negro brillo de satanás, confrontándolo con ese mediocre charlatán del caribe. Nunca imaginaríamos un demonio así de vulgar, nunca encarnado en ese coronel bufo, que luce los dones intelectuales y morales de un rinoceronte.

No hay derecho. Aún siendo el demonio nuestro mayor enemigo tiene derechos humanos y está amparado por la ONU y hasta por la Carta de la Tierra. No, señor, mandinga no merece esa degradación al chavismo, que es poca, realmente muy poca cosa.

Por otra parte, hay que decirlo, Huguito tiene títulos bien ganados, no podemos soslayarlo y ciertos trabajos realizados con dedicación y relativo éxito.

Claro que sí; no sería justo desconocerle a Chávez sus negocios con los narcoterroristas de las FARC, o el andamiaje de corrupción que montó en Venezuela, o el innegable talento para destruir su país y los países de la región o las persecuciones políticas, etc. Pero esas cualidades, por tremendas que fueran, no pasarían de méritos menores para un demonio verdadero ocupado, como debe ser, en arrebatar el alma de los hombres.

Acaso por acá vayamos mejor encaminados, entonces de lo que estaríamos hablando es, menos de un demonio con todas las letras y todos los fuegos, que de un sirviente.

Pero aún en ese papel de sirviente del diablo nos sorprende otra vez Hugo. Porque él recibe los más viles mandatos del demonio con entusiasmo, incluso dicen que está siempre dispuesto a llevarlos adelante sin fatiga en densas, inaguantables horas discursivas ante las cámaras de televisión. No sería exagerado decir en este punto que es un sirviente no sólo hablador sino afanoso.

En el mismo orden, pero acercándonos a un plano más doméstico sería como demonizar a Néstor. Nos toparíamos sí, con cierto oscurecimiento de la inteligencia, y con un abusivo empecinamiento en el mal, aunque en el fondo es un mal como de comic carente de seriedad, de todos modos notaríamos enseguida la falta de ese destello, por inicuo que sea, que distingue al verdadero demonio.

Tranquilícese usted, señora presidente, créanos que a estas alturas ya nadie confundiría a Chavez, ni a Néstor con demonios auténticos. En realidad son como demonios producidos en La Salada, tienen aspecto y gestos, vociferan y amenazan y hacen maldades, muestran incluso la marca, como los demonios verdaderos, pero a pesar de todo el camuflaje se trasluce lo esencial son copias, falsificaciones, demonios minuciosamente truchos, pobres diablos.

Miguel De Lorenzo

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