miércoles, 27 de agosto de 2008

Editorial del Nº 76


VENGANZA VICIOSA

A Santo Tomás de Aquino le debemos las sutiles distinciones entre venganza virtuosa y viciosa, así como el enunciado de las muchas causas por las que esta última tuerce la justicia, imposibilita la equidad y degrada tanto el honor de los hombres como el de las sociedades. Si lo que principalmente intenta el vengador —explica el Aquinate— es el mal de aquel de quien se venga y en él se complace, eso es totalmente ilícito, porque gozarse del mal de otro es odio, opuesto a la caridad. Ni vale el que alguien se excuse diciendo que intenta causar un daño a quien injustamente se lo causó a él, como tampoco queda uno excusado por odiar a quien lo odia. Pues no hay razón que justifique el que peque yo contra otro porque este primero pecó contra mí (“Suma Teológica”, IIa, IIae, q. 108, art. 1).

Analizadas a la luz de estos rectos principios las múltiples acciones vengativas que ejecuta el Gobierno contra quienes combatieron al marxismo, no queda ni rastro de duda de la extrema ilegitimidad que tales acciones sistemáticamente configuran. Todo está planificado y ejecutado para que triunfe el rencor, el desquite y el revanchismo más atroz; como todo está sádica y morbosamente dispuesto para que quienes padecen el escarnio tribunalicio sean ultrajados a mansalva, antes, durante y después del pseudojuicio a que se los somete.

No hacemos referencia aquí a los inmensos desaguisados legales, que los más decentes hombres de derecho llevan registrados, sino a algo más grave que constituye la atmósfera intencional de esos estrados repelentes. Algo que es propiamente un espíritu demoníaco por el que se halla solaz en mostrar a los acusados en las situaciones más impúdicas y frágiles posibles. Es que una consigna implícita mueve a los actores de la terrible farsa, y es ella la degradacion inmisericorde de quienes han capturado y exhiben como rehenes. Así, en donde debiera señorearse la ecuanimidad, se sientan los terroristas triunfantes, subsidiando con descaro desde sus cargos oficiales a la turba que festeja la impunidad de sus crímenes. Acrece la indignación cuando se los escucha decir que en ésto aventajan los tiempos actuales a los pasados: en que ahora disfrutamos de los beneficios de tamaños juicios públicos. La ventaja, claro, es que facinerosos como Duhalde, Verbitsky o Bonasso, puedan encarcelar a los combatientes que se enfrentaron con la invasión cubana y soviética a la que ellos sirvieron. La ventaja, claro, es la falsificación de la historia y la glorificación de los victimarios; y la posibilidad de que degradados y presos los héroes de Tucumán y de Malvinas, el matrimonio usurero y vil de los Kirchner siga hablando de la memoria y de la identidad.

Diremos una vez más, y ya son cientas, que no todos los militares sometidos a condenas se nos hacen defendibles o justificables. Sustantivas diferencias nos separan de ellos, de sus ideologías y de sus procedimientos, y públicamente lo sostuvimos cuando estaban en la plenitud del poder y no sometidos al vilipendio, como ocurre en el presente. Pero estas diferencias, que muchísimo importan y que la historia veraz debería recoger, ceden ahora ante la contumacia de los vengadores. Porque no buscan ellos restituir algún bien alterado, el castigo del pecador en orden a su enmienda, o la tranquilidad social y la conservación de la justicia, como puntualiza Santo Tomás para calificar a la venganza legítima. Nada de eso. Lo que se busca y se logra, lamentablemente, es la apoteosis de la guerra revolucionaria, la continuación impune de su contracultura y su antinaturaleza, la promoción incondicional de la enemistad con el Orden Natural y Sobrenatural. Mientras, bajo tamañas ruinas del espíritu, florecen para estos delincuentes exculpados y ahora gobernantes los negocios más sucios de la plutocracia vernácula e internacional. Pocas veces la alianza liberal-marxista que configura al Régimen alcanzó la obscenidad y la indecencia que el kirchnerismo sabe imprimir a todo cuanto roza. Pocas veces las finanzas salvajes y el progresismo, el capital hebreo y la subversión, la alta banca y la putrefacción posmoderna, alcanzaron tanta coyunda de beneficios como en las actuales circunstancias.

No está el arreglo en llevar a los facciosos de ayer ante los tribunales. ¿Cuáles, los de los sodomitas, aborteras y ateos? Ni en mendigar una amnistía. ¿A quién, al despotismo criminal de los que gritan ni olvido ni perdón? Ni en seguir alimentando la mitología de los dos demonios, la Plaza de Mayo para todos, la reconciliación de los opuestos y fruslerías semejantes.

El antídoto de la venganza es la Justicia. Que incluye la declaración y la ejecución de la justísima batalla contra la tiranía. En todos los órdenes. Como lo hicieran, por ejemplo, para su gloria, Alexander Solzhenitsyn o el Barón de Wrangel, o Jordán Bruno Genta y Horacio Fernández Cutiellos, si se nos piden ejemplos más cercanos. La pelea pendiente y necesaria ha de abarcar la totalidad de los ámbitos contaminados, y ha de contar con varones y mujeres que empiecen por tener claridad completa en las cabezas.

Nuestro modesto aporte a tan inevitable como necesario combate, sea —por lo menos— llamar a las cosas por su nombre.

Antonio Caponnetto

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